¡Felices 10 años Apolo!

Apolo
Apolo

Un día como hoy hace 10 años nacía un ovejero alemán llamado Apolo en un pueblito cercano a Rosario. Nadie en mi familia imaginaba que ese cachorrito sería quien nos rescataría de la tristeza de la pérdida. Ninguno imaginaba que un mes después Jaime nos abandonaría…

Más o menos por esa fecha a Jaime le diagnosticaron un tumor en la panza del tamaño de una pelotita de metegol. El veterinario dijo que había que operarlo porque no sabía si era benigno o no y por las dudas era mejor evitar riesgos, aunque dada su edad corría mucho peligro su vida en la operación.

Pensamos que era lo mejor para él, cualquier cosa antes que verlo sufrir y deteriorarse lentamente, así que se operó. Salió, pero a la noche murió. Todavía recuerdo cuando me lo dijeron, cuando lo quise hacer respirar, todavía recuerdo a la familia rodeándome para tratar de contener un dolor que no tenía fin. Mi mundo, mi amigo, mi compañero de toda la vida se había ido.

Al otro día una de mis amigas del colegio me llevó un poema de un perro a su dueño que decía «no dejes mi cucha vacía», así que pedí a mis papás que por favor consiguieran otro perro. La verdad es que yo no podía llegar a casa sin que nadie me festejase, sin los ladridos, sin su carita de felicidad al verme. No podía ver el patio y la cucha vacíos, me producía más dolor.

Así que empezó la búsqueda. Papá se recorrió cuanto criadero de ovejeros le pasó el veterinario pero en todos había cachorras y nosotros queríamos un macho. Al final papá decidió ir al último criadero que le habían pasado y, de no conseguir el macho, iba a buscar a una hembra de 4 meses que ya había visto.

Y lo encontró. Ahí estaba Apolo, primera camada de hijos de padres campeones y abuelos campeones. Lo compró, hizo todos los papeles (porque es un perro de pedigrí y tiene papeles de nacimiento, un tatuaje en la oreja con un código, registro en una asociación de ovejeros alemanes y demás cachivaches) y lo trajo a casa.

Mientras pasaba todo esto yo estaba en mi clase de inglés, así que te imaginás la fiesta que hice cuando volví. Entre tanta tristeza pude ver en los ojos de ese cachorrito que parecía una bola de pelos negra tanto amor, tantas ganas de formar parte de la familia, tan agradecido. No sé cómo explicarlo, pero lo vi y lo empecé a querer.

Durmió adentro esa primera noche y la segunda comenzó la adaptación a lo que sería su nuevo hogar: la cucha de Jaime. Como hacía frío le armamos una cucha provisoria en el quincho pero él se escapaba y se quedaba dormido en la puerta de la casa. Intentamos varias veces que se quede en el quincho pero como no había forma le tuvimos que armar una cucha en la puerta del comedor. Y ahí quedó.

Desde ese momento Apolo es un perro con dos cuchas, con mil mañas, con comida más rica y elaborada que la nuestra, con una rutina de ejercicios que se cumple todos los días. Él fue entrenado para ser un perro obediente y para defender el hogar, según su entrenador es un perro muy inteligente pero al único que le hace caso absoluto es a mi papá. Si yo le doy una orden capaz que la cumple, pero cuando él tiene ganas.

Ahora ya está entrando a su vejez. Sus caderas ya están empezando a hacer de las suyas y como a todos los perros de la raza hay que cuidarlo para que no sufra. Yo lo único que pido es que no la pase mal, prefiero que muera dignamente y no verlo deteriorado. Por lo pronto está cuidado, medicado, más mimado de cualquier bebé. Mis papás lo cuidan mucho, yo lo extraño un montón pero a la distancia estoy.

Apolo fue mi salvación, mi nuevo fiel compañero, y aunque la relación no haya sido la misma que tenía con Jaime pude darle mi amor y recibir el suyo de forma incondicional. Vino a nuestras vidas con nombre de guerrero, espero que luche hasta el final como uno para que su vida llegue a su fin de la mejor manera posible.

Lo amo con el alma, es una inyección de alegría cada vez que voy. Recuerdo cuando recién me mudé que no me daba bola, cuando volví mi mamá pensó que me había perdido el olfato pero el veterinario dijo que estaba enojado conmigo porque seguramente se sintió abandonado. Así que a llenarlo de mimos otra vez y que sepa que su dueña no lo dejó, su dueña se fue a buscar un futuro. Pero mi futuro siempre va a tener a mis dos amores perrunos: Apolo y Jaime.

ayapolo

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apolito

3 respuestas a “¡Felices 10 años Apolo!”

  1. Hermosa historia Ayita! Pero lo que más me conmovió y me llenó de amor es esa amiga tuya que te trajo un poema! Qué buena chica!

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    1. Gracias Ali! Sí, esa amiga continúa siéndolo el día de hoy =)

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  2. Qué lindos que son los ovejeros! :’)

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