Pertenecer

La palabra «pertenecer» no tiene más que un significado que nosotros utilizamos de acuerdo al contexto para querer decir algo. Podemos pertenecer a una familia, a un grupo de amigos, a un ámbito laboral, a un hombre cuando nos casamos; así como también hay cosas, mascotas, sueños que nos pertenecen. De ambos lados, siempre «somos parte» de algo, y eso es básicamente lo que significa «pertenecer».

Y te preguntarás a qué viene todo ésto, pues bien, el viernes volví al lugar al que realmente pertenezco y que por cosas de la vida me vi obligada a dejar: el teatro. Había ido la semana pasada con un amigo pero no sé si esta vez la diferencia la marcó que el musical me generaba mucha expectativa o yo estaba realmente sensible, pero lloré, extrañé, sentí un vacío adentro y un nudo en la garganta que me daban ganas de largar toda mi vida actual y volver a eso que me hizo tan feliz.

Voy al teatro desde chiquita, aprendí a elegir la ubicación perfecta a base de experiencia, nunca fui mezquina con la propina del acomodador, y la previa es algo que disfruto tanto como aquello que estoy por ver. Hace años, cuando yo era una piccola fanciulla, la gente se tiraba el placard encima para ir al teatro y parecía una gala del Colón más que una función de ballet como tantas otras. Hoy, por suerte para mis tiempos reducidos, la gente va sport-elegante, si es que la segunda palabra en algún momento aparece.

Cuando es el día de la función procuro llegar temprano al teatro porque me encanta escuchar cómo la orquesta afina los instrumentos, el sonido imperfecto de cada uno de ellos me fascina, y ver cómo poco a poco se llena la sala es otra de las cosas que me encantan. Me gusta no saber si tengo cambio en la billetera para darle plata al acomodador, me apasiona escuchar la conversación de la gente que está a mi alrededor (más aún cuando sé que están mandando cualquier verdura y tengo que morderme la lengua para no sacarlos de su error).

04d900bc9b610310dbed1f0afa472a6d

Las veces que me tocó estar del otro lado también fue fascinante, incluso más. La previa comenzaba horas antes a la función, vocalizaba con agudos que no iba a usar en escena pero que resonaban destapando todo, me maquillaba exageradamente teniendo en cuenta que me verían desde lejos, los nervios insoportables me nublaban la mente, me agarraban cosquillas en la panza cuando se sentía el ruido de la gente al pasar a la sala, repasaba mentalmente todo lo que había que hacer, nos tirábamos mucha merd* con mis compañeros, sentía delante un abismo que se esfumaba cuando por fin pisaba el escenario con las luces a tope y el calor de la gente . Escuchar los primeros aplausos y sentirlos como un abrazo gigante cuando eran para mí era la sensación más sublime, tanto como el orgullo tremendo que me daba cuando esos aplausos eran para alguien a quien había visto crecer en cada ensayo.

Esas sensaciones se apagaron hace mucho y quiero volver a sentirlas. Ayer me vi envuelta en una nube de ensueño y me imaginé ahí, lloré de emoción por ver algo que había visto tantas veces en video y ahora por fin estaba experimentando en vivo. Lloré porque había pasado horas cantando esos temas en inglés y al final no los habían destrozado en la traducción. Lloré porque sentía que mi lugar estaba ahí arriba y no en la butaca. Lloré porque a pesar de todo siempre lo supe.

Quizás mi sensibilidad exagerada se debe a que mi trabajo ya no me está haciendo bien, en varios sentidos lo digo. Mi cuerpo necesita un descanso normal, una rutina como cualquier otra, horarios fijos. Eso facilitaría la rutina alimenticia y dejaría de comer a cualquier hora, cualquier cosa, porque el hecho de tener todo desfasado hace que me de hambre a cualquier hora. Y si en este sentido sigo, ya no siento que pertenezca al lugar. Cómo lo explico… Me llevo bien con mis compañeros, no he tenido problemas con mis (varias) jefas, pero me frustra saber que no hay posibilidad de crecer y siento que ya cumplí mi ciclo.

Si tuviera la posibilidad de aspirar a más quizás no me sentiría así, pero en mi puesto morís ahí y, la verdad, no está bueno. No es estimulante, más allá del dinero, trabajar en un lugar donde sabes que tu esfuerzo no vale para cosechar algo a futuro. Que por más que hagas bien tu trabajo no habrá recompensa más que el mismo sueldo a fin de mes, porque aunque no pretendo que me feliciten verbalmente sí estaría bueno saber que podes llegar a crecer dentro de la empresa. No estudié 4 años para decirle a la gente dónde queda el check-in de Lan, y no pienso pasar toda la vida así.

Si a eso le sumamos el hecho de no estar haciendo lo que realmente me gusta… ya te imaginarás el dilema. Es que soy totalmente consciente de que para estudiar y después trabajar en el rubro teatral necesito dinero que saco, obviamente, del trabajo actual. Pero sería más placentero si disfrutara plenamente ese «medio para» conseguir lo otro, porque todo sería armonía más allá de los problemas diarios y porque sabría que de no darse una cosa siempre podré apelar a la otra. ¿Me explico?

Pertenecer a un mundo pero necesitar del otro para poder entrar es una gran paradoja. Sería como estar antojada de licuado pero no tener bananas, sí o sí voy a tener que usar las bananas para obtener ese tan precioso licuado. No sería fácil si justo la época del año no es la ideal para las bananas, pero si realmente quiero tomar ese licuado voy a ir conformándote con las bananas que tenga a mano hasta poder conseguir esas bananas adecuadas que harán que mi licuado sea mejor.

No sé si la analogía con las bananas se entendió, espero que sí. Calculo que hay en el mundo tantas personas como yo sintiéndose igual, queriendo cosas pero usando otras para llegar a eso que quieren, que no pertenecen al lugar actual en el que están deseando cambiarlo para sentirse más a gusto, y que sienten la vocación justo en ese lugar en donde hoy no están.

2 respuestas a “Pertenecer”

  1. Ay Ayita, qué inspirador tu post y qué hermoso cómo describís este ritual tan hermoso de ir al teatro a ver comedias musicales!!

    Me gusta

  2. Te entiendo porque estuve varias veces en tu situación. Cada vez que me sentía mal en mi trabajo pensaba que si no lo tuviera no podría pagar las cosas que me gusta hacer (estudiar música, danza, pagar viajes que hacía con el coro) y me tranquilizaba. Igual es un consuelo que dura poco porque si el trabajo te hace sentir realmente mal no queda otra que (intentar) irse. Espero que lo consigas pronto y tené paciencia mientras tanto!

    Me gusta

Deja un comentario