Hubo un año laboral que se me hizo particularmente cuesta arriba, no encontraba por ningún lado las ganas de ir a trabajar y por más que lo intentaba, no lograba congeniar con quien era en ese momento la persona a cargo del equipo. Estaba frustrada, enojada, dolida, y toda la culpa era de la empresa… pero no.
Dicen que uno no puede cambiar las acciones de los otros sino cómo esas acciones nos afectan, y es verdad. Cuando me decidí a tomar las riendas de mi situación, a hacerme cargo de que mi actitud negativa no estaba colaborando con el malestar general del ambiente, y me propuse ponerme en un plano más positivo, intentando ser fiel a mí misma pero sin comulgar con esos pensamientos que me hacían daño, todo cambió.
La gente alrededor empezó a tener ganas de hablar conmigo y no de simplemente soportarme. Yo iba a trabajar con una sonrisa sabiendo que mi piel estaba untada en una especie de manteca, por lo que la negatividad de los otros me resbalaba. No siempre estaba todo bien, pero yo era la responsable de que para mí las cosas estén lo mejor posible. Mi actitud cambió y de pronto se abrieron las nubes y todo el entorno cambió.
Hoy, varios años después, estoy en la misma situación pero en un lugar distinto. Estoy en una oficina donde el 80% de las personas están disconformes con el lugar de trabajo, ya sea por el trato (o no trato) de los superiores como por las instalaciones, la imposibilidad de crecimiento, las funciones laborales o la falta de beneficios dentro de la empresa. Debo admitir que en algunas cuestiones yo formo parte de ese 80%, porque aunque trabajo en Prensa y amo comunicar, por algún motivo horrible de la vida también tengo que gestionar y mandar a hacer carteles (?), algo que no sé hacer, no me interesa aprender, y no me va a servir para absolutamente nada en mi carrera profesional.
Yo estaba feliz de haber podido (¡por fin!) pasar al área de comunicación de la empresa. Estaba chocha porque poco a poco me fui ganando mi lugar y la confianza de mis superiores para escribir más, aparte de mi trabajo administrativo. Estaba feliz… hasta esto. Tuve un momento confesionario con el gerente y le dije todo lo que me pasaba respecto de esta nueva tarea de hacer carteles, y la respuesta fue «hay cosas en el trabajo que no nos gustan y las tenemos que hacer igual». Estuve 8 años haciendo cosas en mi trabajo que no me gustaban y las tenía que hacer igual, se supone que ahora estoy en el lugar donde siempre quise estar y me cae este muertito.
Dado que las circunstancias actuales del país (como siempre) no son óptimas, las empresas no contratan a más gente idónea sino que explotan al recurso que tienen con cosas que no sabe hacer pero que aprenderá a base de golpes. «Si sos pichi, pues trabajarás más, aunque tus tareas no se condigan con lo que en realidad deberías hacer. Y pobre de vos si decís algo, porque afuera no hay mucho trabajo y si te quedas en la calle te vas a morir de hambre.» Algo así me imagino que es el discurso de las empresas hoy en día, cada vez que exigen que un empleado haga algo que no sabe o que no debería hacer en detrimento de sus capacidades, sólo porque hay cosas que no te gustan pero las tenés que hacer igual.
No culpes a la empresa, pero sé consciente de que si te ponen palos en la rueda está en vos saber si esquivarlos con valentía o tropezarte y llorar desconsoladamente echándole la culpa al otro. Si no me voy de la empresa es porque lamentablemente no puedo, tengo que pagar las cuentas y comer, pero yo elijo no buscar otra cosa y eso no es culpa de mi empleador, sino mía que prefiero esa falsa comodidad mientras delineo mi plan de escape hacia algo que me hará más feliz.
Hoy en día mi trabajo es una plataforma de base en la que me apoyo hasta que pueda saltar. Estoy dispuesta a tener cuantos confesionarios hagan falta con el gerente hasta que: 1) entienda que el trabajo que nos dio no tiene nada que ver con lo que sabemos hacer y se lo dé a quien corresponde, 2) me diga «besitos besitos chau chau» y me mande para mi casa. Me deja tranquila saber que mientras él lleva unos escasos meses en la empresa, yo llevo unos hermosos 9 años que deberán ser pagos en caso de despido, así que nadie saldría ganando si la opción 2 resulta la elegida.
Lamentablemente, señoras y señores, el trabajo es así. Las empresas en general se abusan de las circunstancias económicas desfavorables a base de darles a sus empleados tareas que no saben hacer, sin capacitación y a la que te criaste, en vez de contratar a alguien que sí sepa hacerlas como corresponde. Todo porque saben que no es fácil renunciar si algo no te gusta, porque podrías pero la decisión es muy difícil.
Mi posición ahora es la siguiente: Yo hago lo que puedo, pero si no sé cómo se hace voy a tardar más que alguien que sí. Yo hago lo que puedo, pero no voy a descuidar mis tareas reales por aquellas que me cayeron como meteorito. Yo hago lo que puedo, pero mientras tanto me hago fuerte en otra cosa que me dé más satisfacción y se corresponda con lo que yo estudié y me apasiona hacer.
Las empresas no siempre te van a cuidar, no siempre van a valorar el recurso que sos y todo lo que les podes dar si te dieran la oportunidad de mostrar tus capacidades. Pero hoy existe internet, y eso es maravilloso. Con esta herramienta vos podes ofrecerte al mundo, con todo lo que sabes hacer, para dar lo mejor de vos en pos de proyectos que te entusiasmen. Mientras la empresa te da de comer, no dejes pasar la oportunidad de hacerte un lugar en este vasto mundo digital. Si no te interesa estás en todo tu derecho, pero si sentís que la empresa te ahoga, que no podes ser vos, que tus ideas no florecen, hacelas florecer en otra maseta pero no las dejes secar.
Un comentario en “No culpes a la empresa”