«Cuando hagan una tesis de verdad hablamos.»
Escuché esa frase y se me vinieron muchas cosas para decir, algunas de ellas (la mayoría) muy poco amables respecto de lo que significa «una tesis de verdad».
Primero que nada no puedo creer que estando en el año 2018 todavía haya gente que denigra las carreras de arte sólo por ser diferentes. Estudiar Artes Escénicas no es menos estresante que estudiar Abogacía o Gestión del Entretenimiento, todo lo contrario. En AE ponemos el cuerpo, las emociones, nuestro tiempo, nos quemamos la cabeza para ser creativos y para brindar siempre lo mejor de cada uno, muchas veces a merced de una devolución negativa que nos toca el ego de una forma mucho más profunda que un simple «reprobado» de cualquier otra carrera. En AE también tenemos que estudiar materias teóricas, incluso algunas que pensamos «para qué», así que el sacrificio no es sólo potestad de aquellas carreras «de verdad».
Y me pregunto: ¿por qué, a esta altura, le seguimos llamando «carreras de verdad» a las clásicas abogacía, medicina, contador, administrador, ingeniería? ¿Por qué no asumimos que los tiempos han cambiado y que ahora el espectro profesional es mucho más amplio? Con el auge de los nuevos medios hay trabajos más diversos que no se ajustan precisamente a un tipo de profesión convencional, y todavía seguimos teniendo gente en nuestra sociedad que piensa que ser artista o community manager es ser un ladri.
Un ladri es estar en el gobierno y cagarse en la gente. Un ladri es el capo que se cree un máster por tirar papelitos o cigarrillos al piso en vez de llevarlos a un cesto, y después se queja de que su pueblo se inunda. Un ladri es hacer lo que le dicen que debe hacer para tener plata pero en realidad es un mediocre que nunca se animó a hacer lo que le gusta. Un ladri es todo aquel que juzga al otro porque hace lo que ama, mientras se queda en el molde y se muere de ganas por ser tan feliz como vos.
El que trabaja con pasión en las cosas que le gustan no es un ladri, no importa la carrera que haya elegido ni tampoco si la estudió o no en una universidad. Si hay algo que aprendí en estos años es que la universidad, hoy en día, no es garantía de nada. Te da un marco regulador para que puedas entrar más cómodo al sistema (dicen), pero tengo amigas con la misma profesión que yo que siguen sin encontrar laburo, entonces…
Una vez una profe en la secundaria nos dijo que no importa la carrera que elijamos, lo importante es que sea nuestra vocación y nos apasione, sólo así seremos exitosos. Ahora me doy cuenta de cuánta razón tenía, porque yo elegí una carrera que me gustaba y me dio un trabajo, pero mi vocación y mi pasión están en la carrera que hago ahora, por eso me molesta cuando dicen «cuando hagas una tesis de verdad hablamos» al comentar lo cansada que estoy por el proceso de terminar mi trabajo final. Además, podemos preguntarnos incluso qué es el éxito para cada uno, pero mejor en otro post.
Yo hice una «tesis de verdad» hace 6 años. Me quemé las pestañas, no dormía, me dolían los ojos de leer y escribir en la compu, soñaba con la panadería que había elegido para analizar, llegué a pagar una fortuna por recuperar los datos de mi disco externo porque una semana antes de entregar la tesis se quemó. Me enfrenté cada semana a las devoluciones a veces poco amables de mi tutor, gasté gran parte de mi sueldo en impresiones a color, leí y leí hasta el cansancio, me cansé mucho pero nunca tanto como ahora. En ese momento sólo estaba en juego mi intelecto, un intelecto que yo sabía que tenía a mi favor y que iba a salir todo bien porque no había mucho lugar a la subjetividad.
Ahora no. Ahora no importa si tenes talento, si te sale todo bien, si individualmente sos un crack, porque la tesis es en grupo y hay que compatibilizar cada eslabón de la cadena para que el producto final quede bien. Afortunadamente el grupo de mujeres que me tocó hoy en día es más que un equipo de tesis, son mis amigas, mis compañeras de vida, las mujeres con las que sincronizamos en todo. Entre todas hicimos una tesis que nos costó sangre, sudor y lágrimas, muchas lágrimas. Vimos el abismo frente nuestro cuando una nos dejó, pero resucitamos cual Ave Fénix juntas, más unidas que nunca. Y seguimos cansadas pero nos apoyamos mutuamente y salimos adelante. Eso una «tesis de verdad» no te lo da, sobre todo porque cuanto mucho son dos y nosotras somos siete.
Una «tesis de verdad» puede estar bien o mal, pero no depende de la subjetividad del profesor porque son en su mayoría datos duros que uno va moldeando según el proyecto. En una «tesis de verdad» no importa si tus tutores se conmueven, importa que puedas comprobar una teoría y defenderla. En nuestra tesis no sólo tenemos que defender el trabajo sino que también tenemos que conmover a quienes nos evalúan y a las 300 personas más que vengan a vernos. Si a los docentes hay algo subjetivo que no les cierra, nos puede jugar en contra y muchas veces ya no se puede cambiar.
La diferencia entre una «tesis de verdad» y una tesis como la nuestra es que una está escrita y la otra se muestra, una se defiende parado y la otra se transpira en una puesta en escena, pero en las dos hay horas de dedicación, cansancio, ganas de abandonar todo, esfuerzo mental y físico. En las dos la vida social pasa a un segundo plano, uno pierde parte de sí en pos de ese bendito trabajo final, y te volvés un freak de tu tema: lo soñas, lo pensas, lo vivís, corre por tus venas, te atraviesa el alma.
Así que la próxima que pienses que quien estudia arte no hace una «tesis de verdad» te pido que recuerdes esto, porque para cada uno su trabajo es importante y nadie es quién para decidir si lo que hace el otro es más valido que lo propio sólo porque es distinto. Algo así como en la vida misma, ¿no? Lo diferente no es mejor ni peor, es eso: diferente.