Polémico escribir un título así justo un día como hoy, ¿no? Pero es que acabo de entrar a WordPress y resulta que cambiaron el formato de escritura, lo que implica que nuevamente tengo que acostumbrarme a otra forma de trabajo.
Por otro lado, estamos en la cresta de la ola de la época del año más odiada y amada por mí.
¿Por qué odiada? Porque TODOS están histéricos. Hacía dos hermosos años que no vivía la vorágine universitaria que acompaña a los últimos parciales, recuperatorios y los inminentes finales.
Casi que me había olvidado el nivel de bronca visceral que me agarraba cuando a un profesor se le ocurría enseñar un tema nuevo la última clase diciendo «esto va al final«. O las ganas de pegarle al típico fatalista que te cuenta todas sus pericias al estudiar, te llena de miedos con preguntas que nadie entiende, y te dice «yo no llego, NO LLEGO, no tengo tiempo, mirá todo lo que nos dio, ya no me da más la cabeza«. Mi respuesta interna era «¡A MI NO ME DA MÁS LA CABEZA PERO DE ESCUCHAR TUS QUEJAS!«, aunque a veces, sólo a veces, trataba de refrenar mis ataques de sincericidio.
Después de dos años de pasar noviembre y diciembre en la absoluta tranquilidad, volví a toparme con todo esto. Aunque ahora los profesores no nos dan temas completamente nuevos en la última clase, no tengo un pilón de fotocopias esperándome arriba de la mesa, y cuando estudio puedo tomarme un tiempo para dormir. En la otra carrera noviembre y diciembre eran meses donde mis ojeras no daban más, y la mínima posibilidad de dormir era un lujo pocas veces visto.
Pero ahora la diferencia están en que tenemos una práctica escénica en el teatro y están todos de la nuca. Desde el director de la carrera hasta el alumno más pichi está con la cabeza hecha un quilombo, y el clima se percibe con una sensibilidad a flor de piel.
Me estresa que se pongan así, la mala onda atrae más mala onda, y si bien no estamos (todavía) en momentos de caos, esta semana explota todo. Ayer en el ensayo vivimos una falta de respeto bastante importante de compañeros y de gente que debería haber largado el celular un minuto al menos por empatía, entonces ahora algunos de mis compañeros están con bronca o temerosos, yo trato de mantenerme al margen pero te voy a confesar que ayer habría parado todo cuando algunos se empezaron a reír y le habría tirado el celular por la ventana al profesor que no nos daba bola.
Por suerte esto se termina pronto, no es que prefiera no dormir y leer hasta que me sangren los ojos, pero la histeria me pone de la nuca. Si todo fuera más relajado, si se hubieran hecho las cosas con tiempo, si hubiese un poquito más de respeto, quizás esto no sería así. Qué se le va a hacer, no le podemos pedir peras al olmo…
¿Por qué amada? Porque mi cabeza ya no puede retener más información y esta época implica que pronto, muy pronto, voy a estar de vacaciones en la comodidad de mi hogar, jugando en la pileta, tirada en el sillón, andando en bicicleta en mi barrio, en mi ciudad, con mi gente.
Llegan las fiestas (amo Navidad) y nos juntamos en familia a celebrar. Hay comida, relax, emoción. Esta va a ser la primera vez después de 5 años que voy a pasar Navidad y Año Nuevo en Santa Fe, ya eso me pone a contar los días para estar allá. Mi sobrino va a recibir un regalo muy especial de Papá Noel (mi barrilete en proceso de construcción) y vamos a escribirles a los Reyes Magos las cartas que yo hacía de chica.
Tengo mucho que agradecer este año. La salud de mi familia, la incondicionalidad de mis amigos, poder estudiar lo que amo, haberme rodeado de tanta gente talentosa, haber perdido algunos miedos y sentirme cada día más plena. Apolo se fue, pero agradezco haberlo tenido conmigo. Agradezco que está Toto con nosotros, que en mi trabajo me está yendo bien, que sigo con la misma pasión estudiando y aprendiendo sobre las cosas que me gustan, y que mi familia sigue unida.
Haber vuelto a UADE en circunstancias distintas me dio mucho placer, sobre todo porque volví a ver a viejos profesores que recuerdo con cariño y me topé con otros que ya están en mi libro de gente que admiro y quiero y quisiera que nunca se fueran de mí. Siempre tuve una relación especial con el claustro docente, será porque vengo del vientre de una, y rodearme de gente que ama lo mismo que yo es fantástico.
Así es que en resumen te digo que hay cambios que no me gustan, que no deberían pasar, como por ejemplo volver a la histeria. Este nerviosismo tan típico de fin de año no me parece un cambio positivo para nadie, y es algo que debería desaparecer de todos. Si cambiamos para bien genial, pero la verdad es que haber vuelto a estudiar y vivir otra vez esta etapa del año me hace reflexionar sobre si no hubiera sido mejor quedarme en casa mirando Love Actually con un pote de helado en la cama.