Este fin de semana ocurrió algo inesperado, tanto que al recordarlo sigue dejándome sin palabras. Un actor de Broadway de tan sólo 21 años falleció al caer de una escalera de incendios y dejó al mundo del musical con una sensación extraña.
525.600 minutos tiene un año, ¡y cuántas cosas pueden pasar en todo ese tiempo! Tan sólo un mes antes Kyle Jean-Baptiste había cumplido su sueño, convirtiéndose en el primer afroamericano en representar el rol de Jean-Valjean en Broadway y además en el más joven de la historia.
Esto me dejó pensando en lo efímera que es la vida, en que tenemos que aprovechar el momento sin pensar demasiado en el futuro porque no sabemos cuánto tiempo más nos queda, y que en vez de hacernos problemas por estupideces tendríamos que simplemente vivir.
Hay una canción del musical Newsies que se llama Seize the day, y que significa «aprovechá el día». Es tal cual, hay que disfrutar que estamos vivos, que cada día es una oportunidad más para cumplir nuestros sueños, y que somos lo suficientemente afortunados de poder tenerlos a diferencia de tantos otros que no.
Pensalo, vos y yo tenemos la fortuna de poder soñar más allá de las necesidades básicas, ¿no te parece que eso debería ser suficiente impulso para dar lo mejor cada día? A veces me doy cuenta de que me preocupo por cada pavada, en vez de darle valor a lo realmente importante como el hecho de que tengo una familia que me ama, amigos, trabajo y una carrera que me apasiona, que tengo comida y un techo calentito donde vivir.
Damos por sentadas tantas cosas, nos damos el lujo de quejarnos por no poder tener tal o cual objeto tecnológico de punta, mientras hay tanta gente pasándola tan mal a nuestro alrededor. Es triste que esta reflexión llegue cuando pasan estas cosas, cuando alguien con el mismo sueño que yo pierde la vida de una forma tan estúpida y siendo tan joven, tan talentoso, con un futuro tan prometedor.
Él cumplió su deseo, a pesar de todo lo imposible que pudiera haberle parecido cuando recién empezó, pero la vida le jugó una mala pasada. Al menos tuvo la oportunidad de sentir la satisfacción de haber hecho lo que él tanto quería, de ser por varias noches el personaje con el que había soñado desde siempre, y lo hizo porque estudió, se formó, y así como nosotros también la habrá sufrido hasta que se le dio.
Lo positivo que me dejó esta noticia más allá de la tristeza y el nudo en la garganta, es que al menos si me muero mañana puedo irme en paz sabiendo que estoy todos los días haciendo lo que amo, que me gusta con locura mi carrera, y que aprendí a rodearme y a darle valor a la gente que realmente me hace bien.
No sé qué pasará mañana, es evidente que nada está dado por hecho, pero en honor a este artista que se fue y a tantos otros cuya vocación se vio afectada por vaya a saber Dios qué factores, me propongo seguir luchando por mis sueños, no olvidarme de que cada sacrificio que hago es en pos de ese objetivo, y a recordar todos los días que tengo que vivir el presente sin preocuparme demasiado por lo que va a pasar mañana.