Hace exactamente 20 días que no escribo y, la verdad, fue más que nada por falta de tiempo que de ganas. O por más ganas de hacer otras cosas en comparación con sentarme a escribir, porque creo que el tiempo nunca falta sino que uno elige qué prefiere hacer con él.
Pero no estuve como un lagarto tirada en mi cama como en otras épocas, sino que me dediqué casi full time a mi rol de estudiante y de digna súbdita de la reina Cristina (aclaro: siempre tuve ganas de decir esta frase, no tiene ninguna connotación política), por lo que mis días han sido más o menos así: me levantaba e iba a trabajar, volvía, me cambiaba e iba a la facultad, cursaba, volvía, cenaba, me bañaba y dormía. Y así todos los días, y si no trabajaba leía pero algo estaba haciendo.
El finde pasado me fui tres días a Tandil con mi amiga Leo, fue una escapada relámpago que realmente necesitaba y encima vino con plus, porque nos quedamos en la casa del novio de otra amiga (que no pude ver por mala suerte de la vida) y él nos dio libertad de manejarnos a nuestras anchas ¡y hasta nos hizo pan! Nos sentimos mimadas y disfrutamos del aire puro de la ciudad, aprovechamos a comer como se debe (picadas, papas, pastas, todo light obvio XD) y a caminar para conocer en su caso y re-visitar en el mío.
Tengo algo con Tandil, siempre la quise conocer y cuando por fin lo hice me encantó. Tal y como me pasa en Bariloche, tengo una relación amor-odio con sus calles en subida y siento que es mi destino gastronómico de lo salado por excelencia. La contraparte con lo dulce está en el sur, así que habrá que darle el postre a este descanso. Pero en fin, cuestión que allá empecé a tener ganas de escribir otra vez, se ve que la naturaleza me inspiró, y volví con nuevas ideas y más perceptiva de mi entorno.
Algo lindo que noto cada vez que viajo es que mis sentidos tienen como un cachetazo de vida y están más atentos, me vuelvo más perspicaz con lo que me rodea y empiezo a detectar cosas que cuando estoy absorbida por la rutina ni siquiera miro.
Esta vez, como viajé con una amiga, tuve que manejar el arte de ceder y compartir que cuando viajo sola no necesito, o lo hago por mero instinto con mis compañeros de cuarto de hostel y listo. Me gustó poder viajar con ella porque nos conocemos muy bien, cada una sabe el límite de la otra y hasta dónde se jode, cómo venimos de energía y qué hacer para descontracturar un momento tenso. El balance da positivo 😉
Y la universidad me tiene mega enganchada, subimos varios escalones en la escala de «cosas-que-a-Aya-le-cuestan-y-puteará,-puteará-hasta-que-por-fin-le-saldrán», así que estoy en ese proceso amor-odio entre las cosas que me encantan y las que me sacan. Me propuse tomar el toro por las astas y me mandé con una compañera a hacer una escena en actuación, sigo estando adelante en las coreografías y amo, AAAAAMO la clase teórica de Historia del Teatro Argentino.
En cuanto a mi yo interno, te voy a contar que empecé terapia (¡por fin!) así que voy a comenzar un proceso de re-descubrimiento que espero me ayude con todo lo que tengo trabado, que me corte algunos mambos (body issues) y que me ayude a llegar a los 25 de una forma más entera y conforme conmigo misma.
Suena re maduro lo que estoy diciendo, ¿no? Y es que es así, llega un punto en la vida en que hay que decidir cómo se quiere vivir, si dejarse atacar por los fantasmas o darles guerra y estar mejor. Tampoco es que tengo altos problemas, pero está bueno siempre poder entender algunas cosas y sobrepasar algunos límites autoimpuestos.
Bien. Amo que hayas ido a Tandil porque amo Tandil, amo Época de Quesos y AMO que hayas empezado terapia! Te va a encantar!
Me gustaMe gusta
Jajajajaja amo lo que amas yo te amo diría Axel XD Y sí, me encaaaanta todo!!
Me gustaMe gusta