Cuando era chiquita supe que mi mamá se había casado con 24 años, por lo que yo pensaba que también me casaría a esa edad. El tema es que ahora ya tengo 24 pero ganas de casarme… ¡ninguna! Mi gran amor en estos momentos es la carrera que estoy haciendo y con eso es más que suficiente.
Te cuento esto porque el 28 de abril fue mi cumple, y a diferencia del año pasado que lo pasé rodeada de mi familia en Santa Fe, esta vez estuve sola y cursando.
Pero fue raro, porque cuando cumplí 21 me tocó la clase con el profe «más jodido de la carrera» que contra todo pronóstico se enganchó y saludó, pero cuando empezó la clase la torta aguardó tranquila el ataque del recreo. En cambio este año me tocaron dos profes sumamente copados, que me cantaron el feliz cumple en clase y al menos uno llegó a probar la torta. Una experiencia distinta, sin dudas.
Lo copado de este año es que con dos compañeras de la facu festejamos nuestros cumples haciendo una fiesta de disfraces ¡y estuvo fenomenal! Me duele el cuerpo de haber bailado toda la noche, porque el DJ puso unos temas geniales para levantar la fiesta y no había chance de no bailar. Cumbia, reggaeton, cuarteto, cumbia santafesina (¡morí de amor!), bachata, temas retro ¡y dale que va! Cada vez que nos queríamos ir el tipo mandaba otro tema que provocaba un «¡¡¡noooo escuchá esto!!!» y así pasamos de Bandana a las Spice Girls sin dejar a Christian Castro de lado.
¡Cómo de divertí! Hacía años que no salía de joda y volvía a casa tan tarde y tan feliz. No me gusta ir a boliches, así que desde que terminé la universidad que no pisaba uno, y por lo general si voy a cumpleaños no pasan taaanta música bailable. Por otra parte, nunca había tenido una fiesta de disfraces a la que TODOS hayan ido disfrazados y con una producción copada detrás, así que fue más que divertido ver a cada uno con su atuendo bailar y pasarla bomba con música que se fue de tema de lo buena que estuvo.
Un placer festejarlo así, rodeada de gente copada, con mucha buena onda, haberlo compartido con amigos, bailar hasta que ya no dan más los pies, y volver a casa con una sonrisa de oreja a oreja por haber festejado a lo grande.
La verdad que mis 24 empezaron muy bien, así que aunque todavía no me vaya a casar como pensaba cuando tenía 15, al menos quedó más que claro que no necesito de un vestido blanco para armar un buen festejo a esta edad 😉
Como se te quiere Aya!!!
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