Querido Apolo:
Hace casi 11 años llegaste a casa para llenarnos de luz en uno de los momentos más tristes de la familia, cuando tuvimos que decirle adiós a Jaime y tratamos de superar su pérdida con un cachorro que nos dé alegría. Vos fuiste ese cachorro y ahora nos toca despedirte.
Estoy orgullosa de haberte tenido de mascota, de amigo, de hermano. Desde que pisaste la casa fuiste una ola de felicidad, con tus travesuras y tus mañas, haciendo que vuelva a aparecer la sonrisa en nuestras caras tristes. Te necesitaba tanto, que no puedo más que agradecerte por haberme hecho tan dichosa todos estos años.
Todavía me acuerdo como si fuera ayer del día en que llegaste a casa y te vi adentro de esa caja de cartón, eras una bola de pelos negra y con carita de bebé. Cuando te hiciste más grande tus orejitas no se paraban y formaban una vincha en tu cabeza, ¡eras muy gracioso! ¡La de plantas que le rompiste a mamá! Bastaba con hacer algún arreglo en el jardín en tu presencia que vos, al rato, ibas a explorar rompiendo todo. Ponías cara de yo no fui pero tenías el hocico lleno de tierra, y papá se enojaba pero al ratito ya te estaba haciendo mimos otra vez.
Cuando fuiste al entrenador y aprendiste el significado de: junto, ataque, sit, down y muerto, me encantaba hacerte practicar y te volvía loco. Al final aprendiste, te educaste, maduraste y papá te sacaba a pasear todos los días al campo para que corras y te conviertas en el hermoso perro que sos.
Te pasó de todo, y nos pasó de todo a nosotros con vos. De joven eras un perro esplendoroso, tu figura siempre fue admirada por todos, tu pelaje suave y brillante era la envidia de cada persona que te veía, y la gente nos felicitaba por tener un perro como vos. Elegante, con porte de macho pero actitud de criatura, nos cuidaste como un verdadero guardián. Y de grande seguiste manteniendo tu belleza, porque lo más lindo que tenés vos no está en tu pelaje sino en lo buen perro que sos.
Te ganaste nuestro corazón con tus travesuras, con tus mimos, con tu metodismo para comer y tu odio injustificado hacia cada gato que pasaba por nuestro tejado. Nunca fuiste muy amigo de las pelotitas, lo tuyo eran las botellas de plástico. Recordar estas pequeñas cosas, como el momento en el que llegaron los teros a casa y pudiste convivir, hacen que la decisión de despedirte sea más dura pero esté más justificada.
No quiero que pienses que te queremos dejar ir, nosotros siempre quisimos lo mejor para vos y ahora, viéndote como estás, creo que lo mejor es despedirnos. Te aseguro que esta decisión nos duele más a nosotros que a vos, pero no podemos seguir permitiendo que sufras así, sin poder caminar, llorando de dolor, con tu mente juvenil pero un cuerpo que ya no te acompaña. No sería justo que después de tantos años de haber vivido como un rey tengas que morir como un mendigo, así que con el corazón en un puño y llenos de tristeza tenemos que dejar que te vayas.
Apolo: has sido un gran compañero, con todas tus cualidades maravillosas. No hay papel en todo tu pedrigree que certifique el gran perro que sos, no hay tatuaje en la oreja capaz de mostrarle al mundo lo bueno, amigable, mimoso y dócil que fuiste con nosotros. Somos tu familia, te trajimos con nosotros para darte una buena vida y la que tuviste fue la mejor. Nada te faltó, incluso hoy cuando ya no hay nada más que hacer.
Daría lo que fuera por verte recuperado, por hacer que tus caderas no te fallen, y que vuelvas a correr y a saltar como antes. Me duele tanto haber llegado a esta instancia, porque siempre supe que algún día te irías pero nunca quise que fuese así, nunca quise que dependiera de mí ni de nadie de la familia. La naturaleza no ha sido buena con tus huesos, y prefiero despedirte dignamente antes que permitir que sigas sufriendo.
No te hagas el fuerte por nosotros, descansá, sé feliz estos últimos momentos, sos viejito y tuviste una vida increíblemente buena. Viviste mejor que muchos perros, porque más allá de la comida y los juguetes, tuviste (y vas a tener siempre) mucho amor. Mucho, mucho amor. Porque vos nos das eso todos los días, con cada mirada, con cada gesto, con cada ladrido. Recordanos bien adonde quiera que vayas, no te olvides de nosotros, cuidanos desde allá como lo hacés desde acá.
Perdoname. Yo nunca quise que te fueras de esta manera, le pedí a Dios que la naturaleza haga lo suyo pero vos sos un perro tan fuerte y tan aferrado a la vida que nada te va a voltear, así que lo mejor es esto. Entendénos, quizás algún día reencarnes en humano y lo puedas hacer.
Sólo pienso en lo dichoso que va a ser el cielo cuando Jaime y vos se junten, dos perros preciosos y amorosos tomando mates con la tía Rosa. ¡Qué lindo cielo con ustedes en él! Y qué triste Tierra cuando ya no estés con nosotros…
Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver, y yo hasta ahora no quise ver lo mal que estabas. Apolo te amo, te amo mucho, te amo incondicionalmente como vos me amaste a mí. Te agradezco haber entrado en mi vida, y no me arrepiento de haber decidido adoptarte, todo lo contrario, soy muy feliz por haber tenido un hermano peludo como vos.
Estoy llena de dolor, de tristeza, de bronca con la vida por hacerte esto. Vos no te mereces sufrir, vos te mereces irte tranquilo y en paz.
Nosotros vamos a estar bien, quedamos en manos de Toto para superar tu partida. Vos anda tranquilo, bebé, que acá siempre te vamos a querer y a recordar con alegría.
Te amo mucho mi cosita linda, perdoname.
Ayi*
Este post no está revisado ni editado, sólo necesitaba poner en palabras lo que siento. Gracias.
Deja un comentario