Los fundamentalistas del avión dirán que viajar largas distancias en micro es una pérdida de tiempo y dinero, pero a veces si no hay otra alternativa (o la que existe es igual o más cara) el micro es la mejor opción. Y así lo fue para nosotras cuando nos fuimos de vacaciones a Las Grutas, cuyo único modo de acceso es a través de la ruta o que seas un multimillonario capaz de alquilar un avión chiquito.
La canción dice que «el viajar es un placer que nos suele suceder», y si sucede en el marco de las vacaciones tanto mejor, ¿no te parece? El problema surge cuando te das cuenta de que para llegar a destino tenés que pasar 14 horas arriba de un micro, así que nosotras optamos por la mejor opción disponible y fuimos en uno de Andesmar con asientos que se hacen cama y servicio completo abordo.
La única preocupación que nos tenía inquietas antes de empezar el viaje era Benja. ¿Se aburriría? ¿Molestaría? ¿Lloraría? Y si todo eso pasaba, ¿cómo lo íbamos a calmar? La cuestión es que nos preocupamos en vano porque el nene no se aburrió, ni se molestó y mucho menos lloró. Él se subió, se ubicó en su asiento adelante de todo en la parte de arriba y se puso a manejar el micro (ama los «colectivos grandes»), jugó, se divirtió. En fin, ¡que el niño se portó como un duque!
Mi recomendación para viajes largos en micro (y también se puede aplicar al avión) es que vayas lo más cómodo posible. Nada de tacos, ojotas o ropa demasiado ajustada. Viajá con jogging, calzas, una remera suelta y un buzo, llevate un buen par de medias y anda con zapatillas. No viajes muy despechugado porque vas a tener frío, y siempre llevate una chalina o algo para cubrirte el cuello. Otro tip: no comas mucho antes de viajar, y si te dan impresión los baños de los micros mejor tomá poca agua.