Desde que empecé a leer los libros de Jane Austen, hace muchos años, en mi vida hubo un objetivo: conocer Bath. Cuando el año pasado me hicieron elegir entre Londres y Nueva York la decisión fue difícil, pero pensé en todas las cosas que últimamente me estaban marcando el camino y la respuesta final fue Londres.
Para mí, Bath era la quintaesencia que definía muchas de las cosas que aparecen en los libros de Jane, era conocer mejor no sólo su obra sino a ella misma. Sabía internamente que me iba a gustar, pero no quería poner demasiada expectativa por miedo a fracasar. Y la ciudad prometía mucho, desde arte y arquitectura hasta historia y diversión.
Elegí quedarme tres días a pesar de las críticas de todo el mundo, porque algo me decía que uno no iba a ser suficiente. A veces está bueno escucharse a uno mismo, por lo general nunca falla. Todos me decían que tres días en Bath iba a ser mucho, que me iba a aburrir, que la ciudad no daba para tanto, en fin… patrañas. Me quedé corta, ¡de haber podido me quedaba más tiempo!
Para hospedarme quise probar con Couchsurfing, la mejor forma de conocer a un local y disfrutar la ciudad desde otra perspectiva. ¡No pude haber elegido mejor! Mi host fue Anu, una chica finlandesa que vivió en países muy distintos entre sí, que estuvo un tiempo en Buenos Aires y para quien yo representé algo así como una pequeña porción de Argentina de nuevo en su vida. Ella habla español pero optamos por comunicarnos en inglés, y hablamos de todo. Literal.
Cuando llegué Anu estaba enferma, así que salí a pasear sola y lo primero que hice fue cumplir un sueño: fui al Jane Austen Centre. Si yo intentara explicarte la felicidad que me dio entrar por fin a ese lugar no podría, te juro que no podría. La piel de gallina que me agarró, las lágrimas me brotaban solas, la sonrisa se dibujó instantáneamente en mi boca y las ganas de saltar de lo feliz que estaba me desbordaron. El lugar con toda la historia de Jane, con todos sus libros, con los mejores souvenirs, con gente tan loca como yo que ama la obra de esta autora estaba ahí, frente a mí. Y yo me dejé llevar por un rato, y me transporté a la época de la regencia, y me imaginé que Mr. Darcy estaría al final del recorrido listo para que tomemos el afternoon tea juntos hablando sobre el futuro de Pemberley y sobre algún candidato de Georgiana.
Así comenzó el recorrido de tres días en esta ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Los días estuvieron algo lluviosos pero tuve la suerte de ver el sol reflejarse en los edificios amarillos y dejame decirte que la belleza de Bath es indiscutible, sobre todo cuando hay sol. ¡Qué lugar! ¡Cuánta historia! Y las flores… ¡por todos lados!
Bath es una joya preciosa que brilla a cada paso que das. Anu me contó que no hay tantas franquicias porque prefieren mantener a los comerciantes locales, cosa que me encantó. Hay tantos negocios lindos, desde anticuarios hasta objetos de diseño, ropa de autor y galerías de arte, que se hace imposible no querer sacarle fotos a todo. Además algunos son muy ingeniosos con los carteles, como éste que vendía vinos chilenos:
O éste donde reparaban computadoras:
O éste que pone a prueba tu comprensión del inglés:
Y ni te digo si te gusta el arte. Vas a AMAR Bath, porque en esta ciudad además de amar las flores y a Jane Austen, también adoran el arte en todas sus formas. Hay museos preciosos con colecciones que te van a dejar cautivado, hay un cine donde pasan películas de culto, tienen una variada oferta teatral (con un teatro para niños, otro para producciones más grandes, uno experimental y otro sólo de comedia) y musical (hay festivales de bandas de distintos géneros -Tears for fears nació en Bath-). Además algunos pubs ofrecen shows en vivo determinados días de la semana, clases de tango (sí, tango, allá) y karaoke.

Imposible aburrirse, imposible ver todo en tres días. Menos en uno, si te gusta todo esto no te alcanza. Yo fui al Jane Austen Centre, a la Victoria Art Gallery, al Holburne Museum, al Fashion Museum, a los Roman Baths (cita obligada para entender mejor los orígenes de la ciudad), y al Nº 1 Royal Crescent (una casa donde te muestran cómo era la vida en la época georgiana). A eso sumale que me recorrí todo a pie, me detuve en cuanto local de ropa, zapatos, objetos de diseño, anticuario, souvenirs, stationery, libros, galería de arte y lo que sea que había en vidriera, ¡hasta entré a la Abadía de Bath que es preciosa! Las vidrieras son una locura, más aún en la zona donde yo estaba parando que era justo donde vendían muebles antiguos.
Se destaca la originalidad de las cosas, de todo en sí. La gente es tan amable que te enamoras a cada cuadra de alguien distinto, si no es por cómo habla (¡ay ese british english!) es por cómo se viste, y ni te digo si es por las dos (que pasa, a mí me pasó). Una mañana ya estaba medio perdida en los recovecos del centro de la ciudad (peleando con el mapa bajo la lluvia) cuando un señor mayor se me acercó muy galante a ofrecerme ayuda para poder ubicarme, ¡hasta a él lo amé!
Me quedé hablando con la chica que atendía la tienda del museo Holburne, en una galería de arte me puse a intercambiar impresiones con la artista, en el Fashion Museum me probé un vestido y me sentí la reina Victoria mientras nos reíamos con otras mujeres que pasaban por ahí, pero lo que más me gustó fue que en el Nº 1 Royal Crescent la señora que controlaba la entrada no me quiso dar la guía en español porque me dijo «hablás muy bien inglés, si te doy la guía en español no vas a aprovechar a los guías en vivo que hay en cada sala». Sentí validados todos los años de esfuerzo y dedicación en el estudio del idioma, porque si hablo bien inglés para una inglesa probablemente tan indio ucachaca no sea al hablar.


Así que de todo corazón, si alguna vez se te cruza por la cabeza ir a Inglaterra tenés que conocer Bath, más aún si te gusta lo mismo que a mí o si sólo te da curiosidad después de leer esto. Aunque al final termines llorando como yo ahora mientras escribo, de la misma forma que lloré en el tren de regreso a Paddington mientras escuchaba Runaway train pensando cuándo será el día en que podré volver. Porque no te voy a mentir, un pedacito de mi corazón se quedó allá.
Y todo gracias a ella:

Te dejo el sitio web de turismo de Bath http://visitbath.co.uk/ y una fotito de mi couch:
Ahora dan ganas de ir a Bath para visitar todos esos museos y conocer toda su historia. Parece muy interesante.
Me gustaMe gusta
Y lo es, un lugar precioso sin dudas.
Gracias por pasar y comentar!!
Me gustaMe gusta
Como no leí nada de Jane Austen, no conocí de la existencia de Bath hasta hace algunos meses, cuando una amiga me mostró fotos de un viaje a UK que hizo en su adolescencia y me contó que fue a Bath porque había visto fotos en uno de los libros con los que estudiaba inglés y se había obsesionado.
Ahora está en la lista de los 15354384 lugares que quiero conocer si alguna vez puedo viajar 🙂
Saludos!
Me gustaMe gusta
Siii es que da para obsesionarse jajaja! Por si algún día se te da por leer algo de Jane te recomiendo Persuasión, te va a gustar/;)
Me gustaMe gusta
QUE BUEN POST!!!!
Yo soy de las que te hubiera dicho que 3 días en Bath es mucho! jajaja Yo fui por el día, tengo ganas de volver!!!
Amé como relataste la experiencia!
Besotes!!!
Mechi
Me gustaMe gusta
Gracias Mechi!! Y cuando puedas pegate una vuelta, con los chicos se van a divertir 😉 Y si hay algo interesante en The Egg lo van a disfrutar! Un beso!
Me gustaMe gusta
que bueno debe ser cantar en esa Iglesia… vicio de coro, entrar a la iglesia y Cantar!!!
Me gustaMe gusta
Jajajaja sí! Cosas que quedan de los hábitos de siempre, te digo que cuando pasé por la parte donde se sienta el coro me agarró una tentación de cantar pero no quería terminar deportada jajaja!
Me gustaMe gusta