Parece obvio lo que te estoy diciendo, a ver… ¿quién no quiere disfrutar y pasarla bien? Pero muchas veces nos olvidamos de disfrutar las pequeñas cosas que nos hacen felices aunque sea por instantes y que pueden llegar a cambiarnos el día.
¿A qué viene todo ésto? A que hoy en el reproductor de música del celular apareció una canción cantada por mi nuevo crush musical Edd Post que me recordó la última vez que lo pude disfrutar en vivo, fui tan inmensamente feliz por cosas tan tontas… Y lo más loco de todo es que antes de la función tuve que obligarme a disfrutar, desconectarme de todo y concentrarme en el momento.
A mí me pasa mucho que pienso demasiado las cosas, o me la paso soñando con el futuro y armando planes en vez de concentrarme en el aquí y ahora, por eso hay momentos en los que me tengo que obligar a relajarme, a disfrutar, a no pensar en nada más allá de lo que está pasando. Quizás a vos también te pase y por eso está bueno hablarlo acá, porque no te das cuenta de todo lo que te perdés pensando hasta que el momento pasó y te quedaste como «oia, ¿y ahora?».
El día que fui a ver Jersey Boys por segunda vez fue muy particular, una mezcla extraña de emociones porque era la última vez que iba al teatro en Londres, el día anterior había dejado la casa de Paddington y el viaje estaba llegando a su fin pero no quería irme.
Después de caminar mucho llegó la tarde y se acercaba el momento de ir al teatro. ¿Te digo la verdad? No quería. No quería ir y que fuera la última vez, no quería que empiece porque no quería que termine pero… ¿para qué? Cuando había ido a comprar la entrada la señora que me la vendió vio en mí tal cara de felicidad que me dijo «se ve que disfrutaste mucho el show» y cuando le dije que sería el último que vería en el West End me dijo «espero que lo disfrutes y vuelvas pronto«. Me acordé de sus palabras al entrar a la sala y me obligué a disfrutar.
Estaba en primera fila, la primera vez en mi vida que estaba en primera fila y era ahí. Entré, vi lo cerca que estaba del escenario, internamente rogaba no ser la única que estuviese ahí y empecé a llorar. Quería llamar a mi mamá y decirle lo feliz que era, lo cerca que estaba del escenario, lo bien que se veía todo. Tuve la enorme necesidad de hablar con ella porque es una de las pocas personas que lo hubiera entendido, pero no podía llamarla y me tuve que calmar. Estaba a pleno.
Así que me concentré en disfrutar. Desde que empezó el show hasta el final me puse a cantar, a mirar todo con ojos enormes para no olvidarme de nada. La escena de Oh what a night no es para llorar pero yo no pude evitar emocionarme así que lloraba y reía todo al mismo tiempo. Tuve un guiño de parte de Tommy DeVito, tuve unos compañeros de primera fila estupendos, tuve risas y mis canciones favoritas todas para mí.
En el entreacto me puse a hablar con mis vecinos, una pareja de galeses cuyo marido era el fan de los musicales y la señora lo acompañaba. Me regalaron una pinta y me desearon muy buena suerte para mi futuro, hablamos de Argentina, de Gales, de sus hijos… Realmente la pasamos muy bien, ellos y yo como si fuéramos amigos de toda la vida. No sé sus nombres pero me encantaría poder agradecerles otra vez por ese gesto tan simple y tan importante a la vez.
Vi el 2do acto con una cerveza así que te imaginarás que todo era más divertido, pese a que esta parte del musical es cuando todo se viene abajo pero con glamour y canciones maravillosas. Lloré y canté como loca al igual que todo el público cuando Frankie se lucía con Can’t take my eyes off of you, lloré mucho con Who loves you, y al final me quedaron las palmas rojas de tanto aplaudir. Lloraba y reía al mismo tiempo, no sé si ellos me vieron pero mis acompañantes sí y me contuvieron porque yo no para de llorar.
Al final nos despedimos, fui al baño y al salir la pregunta que me venía haciendo todo el día quedó resuelta sin hacer mucho cálculo. Edd Post estaba parado a pocos metros de distancia hablando con gente, mi duda sobre si hablarle o no se desvaneció en un «andá a saber cuándo volvés a tener la oportunidad de agradecerle y decirle que tu canción favorita la cantó de maravillas, saludalo no seas idiota«. Y fui, le toqué el hombro y le pregunté si era él (como si ya no lo supiese, no?) a lo que me respondió que sí, nos pusimos a charlar un ratito, le conté que era de Argentina y se sorprendió que haya ido de tan lejos, le pedí una foto y la sacó él. La selfie más desfavorecedora de la historia de las selfies pero ahí estaba, objetivo cumplido.

Me dediqué a disfrutar de tal forma de todo lo que estaba pasando que cuando terminó me sentí plena, feliz, agradecida, muy agradecida de haber tenido la posibilidad de ver ese musical dos veces, de no haberme achicado ante alguien que al final del día es tan persona como yo, y de haber podido olvidarme de todo (principalmente de mi regreso) aunque sea por dos horas y media.
Y así trato de disfrutar algunos momentos en los que pienso demasiado en vez de vivir, porque sino de tanto planear se me va el tiempo para ejecutar y no sirve. Por eso te recomiendo, si sos así como yo, que frenes cada tanto la máquina de pensar y te conectes con lo que te rodea. Quizás te parezca muy obvio pero cuesta mucho dejarse llevar por el momento, a veces nos enfrascamos en cosas malas (tráfico, preguntas tontas, torpezas, demoras) y no vemos la cantidad de cosas lindas que tenemos alrededor. A veces simplemente necesitamos parar, observar, respirar y sentir. No importa qué tan malo sea tu trabajo, los problemas económicos o las discusiones familiares, todo tiene solución mientras estés vivo. Así que hacé eso, viví.